domingo, 17 de octubre de 2010

El Everton se lleva el derbi ante un Liverpool a la deriva


El derbi de la ciudad de Liverpool ofreció decepciones. Defraudó el equipo de Roy Hodgson, que demostró el porqué de su precaria situación en la Premier. También el juego porque tuvo poca brillantez. El Everton ganó (2-0) porque empleó más ganas que su rival en quitarse ese incómodo tufo a descenso que tanto mina psicológicamente a los equipos con pretensiones.

Los jugadores del Liverpool acabaron el partido con los brazos en jarra, que es como se espera impaciente aquello que se desea. En la banda, su técnico se desgañitaba en el descuento en una especie de ritual por la salvación del pellejo propio. Demasiado tarde. El Everton ya había fulminado el partido y el futuro del veterano Hodgson con goles de Cahill (min. 34) y Arteta (min. 49), cada día más asentado como el emblema actual de Goodison Park.

Torres y compañía se creyeron realmente que lo del derbi de la amistad era algo más que una forma cualquiera de llamar a un duelo de vecinos. El Liverpool se puso estupendo y quiso jugar pasándose el balón al pie. Se equivocó de planteamiento y acabó por convertir su centro del campo en un agujero negro en el que todo se perdía de manera casina.

Torres fue un náufrago, un día más, en la delantera del Liverpool

El Everton se creció conforme percibió que los ataques de su rival eran de fogueo. En toda la primera mitad sólo vio amenazada su portería dos veces. Sólo un remate de cabeza de Torres, de espaldas -muy torero-, cogió la dirección correcta. El delantero español fue un náufrago, un día más.

En el otro bando brilló como nadie Mikel Arteta. Todo el fútbol con ideas requirió de su venia. Sus compañeros bregaron por convertirle el centro del campo en un jardín privado. El español armó juego por izquierda o derecha para todo aquel que le ofreció un hueco adonde mandarle la pelota. Cuando fue sustituido se llevó la ovación de la grada como recompensa a una gran tarde adornada con un gol.

Jugadores experimentados como Gerrard o Carragher soportaron los silbidos de la grada porque les sobró mala intención en alguna entrada. Su rendimiento y el de jugadores como Torres refleja cual espejo la imagen de un equipo cada vez más mareado por su propia deriva general.

Fuente: Marca.com

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